Alegría, miedo, enfado, tristeza… Las emociones son el motor de nuestra vida y lo que nos distingue como seres humanos. Desde niños comenzamos a experimentarlas y en algunas ocasiones no sabemos gestionarlas adecuadamente.
Muchos expertos afirman que ayudar a los niños a expresar sus emociones y a desarrollar su inteligencia emocional es primordial para que establezcan vínculos personales positivos. Almudena González y Beatriz Martos, psicólogas de Smile and Learn, nos cuentan las claves para saber educar a los hijos en los aspectos emocionales:
¿Por qué es tan importante la inteligencia emocional?
Beatriz: La inteligencia emocional es la capacidad que nos permite reconocer nuestras propias emociones y las de los demás. Los seres humanos somos seres sociales, y el éxito o fracaso que podemos tener en los diferentes ámbitos de nuestra vida viene marcado por nuestras relaciones sociales; por lo tanto, la inteligencia emocional es clave para el desarrollo completo de la persona.
Almudena: Es muy importante porque conocer bien las emociones, cómo se expresan y cómo manejarlas en el día a día, ayudará a los niños a mantener una autoestima alta, a relacionarse con los demás y les motivará a aprender nuevas cosas.
¿Qué papel juegan las emociones en la educación y el aprendizaje?
B: Hay muchos estudios que demuestran que el cerebro necesita emocionarse para aprender. Cuando el cerebro se emociona, libera una sustancia llamada Dopamina, esencial para los procesos de aprendizaje. Es claro el ejemplo de cómo un niño que aprende haciendo alguna actividad, aprende mejor que uno que solo lo hace con teoría.
A: El aprendizaje se encuentra muy asociado a las emociones. Como indica Begoña Ibarrola: “Hay emociones que favorecen el proceso de aprendizaje y otras que lo dificultan”. Si este proceso está mediado por emociones positivas y por ambientes motivadores, conseguiremos que los conocimientos se consoliden y perduren en la memoria durante más tiempo. Si, por el contrario, en este proceso están presentes emociones de miedo, tristeza o ansiedad, la mente del niño estará en una situación de “bloqueo” que dificultará mucho el aprendizaje.
¿Cómo pueden los padres ayudar a sus hijos a expresar sus emociones?
A: Muchas veces escuchamos frases como “no tengas miedo”, “no llores”, “no te enfades”. A veces nos resulta difícil aceptar que las emociones negativas también están ahí y que forman parte de nuestra vida. Es importante no reprimir estas emociones y aprovechar las situaciones en las que aparecen para ayudar a los niños a encontrar estrategias para manejarlas de forma adecuada.
Durante los primeros años de vida, los niños aprenden jugando. A través del juego podemos enseñar a los niños a identificar y a expresar las emociones. Por otro lado, los cuentos también son una herramienta fundamental para identificarlas. Al hilo de las historias podemos preguntar a los niños cómo se sentía cada personaje, cómo se sentiría él en su lugar, etc.
B: A mí me funciona bien un ejercicio que hago con mis hijas algunas noches, cuando ya están en la cama: les pido que me cuenten un buen momento que hayan tenido en el día y uno malo. De cada momento, les pregunto cómo se han sentido ellas y también las personas que estaban a su alrededor. Creo que tenemos que hablar más sobre las emociones, tratar de que deje de ser un tema tabú.
¿Qué ventajas tiene para el desarrollo de los niños?
B: El niño que tiene una buena inteligencia emocional, tiene un tesoro. Una buena educación emocional dará seguridad al niño para superar los retos que se le van proponiendo en su día a día. Si es capaz de reconocer y controlar sus emociones, será, desde mi punto de vista, un niño más feliz.
A: Además, desarrollará mejores habilidades sociales dentro de su contexto social. Una habilidad importante es la asertividad, una forma de comunicación que consiste en expresar las opiniones, deseos, emociones o derechos respetando a los demás evitando la agresividad y la pasividad.
¿Cuál es la edad más adecuada para empezar con la educación emocional?
A: La capacidad de responder emotivamente a los estímulos del entorno ya está presente en los recién nacidos, que son capaces de distinguir entre situaciones agradables (comida, baño, la voz de su madre) y situaciones desagradables (ruidos fuertes, frío, calor…). Hacia los 6 meses ya diferencian caras de alegría, enfado, tristeza y miedo, y además también pueden imitarlas.
B: Desde aproximadamente el año y medio, los niños son capaces de expresar emociones básicas. Partiendo de esta premisa podemos hacer ejercicios sencillos para que empiecen a identificar también sus propias emociones, por ejemplo: preguntarle cómo se siente en momentos en los que la emoción es muy clara.
A: A los 24 meses se inicia un período emocional más complejo, ya que los niños comienzan a ser más autónomos y esta necesidad de independencia suele estar reñida con la dependencia real de los adultos. En esta etapa, marcada por el egocentrismo, aparecerán aspectos como la ansiedad ante la separación de los padres, las rabietas, pataletas y, sobre todo, una búsqueda constante de los límites de su comportamiento. En este momento es muy importante fomentar una educación emocional con el fin de que el niño aprenda sobre sus emociones y sea capaz de regularlas por sí mismo.