En un mundo cada vez más conectado, donde la tecnología juega un papel central en la vida de las personas, la educación emocional se ha vuelto más relevante que nunca. La era digital ha transformado la forma en que interactuamos, aprendemos y nos comunicamos, pero también ha traído consigo desafíos únicos en el ámbito emocional. Los jóvenes, especialmente, se enfrentan a nuevas realidades, como la presión de las redes sociales o el ciberacoso, que pueden afectar su bienestar emocional y social.
La educación emocional es una herramienta clave para dotar a niños y niñas de las habilidades necesarias para manejar sus emociones, desarrollar empatía y construir relaciones saludables en un entorno digital.
Daniel Goleman, psicólogo y autor pionero en el estudio de la inteligencia emocional, destaca la importancia de las habilidades emocionales para la vida diaria y profesional. Según Goleman, aproximadamente el 80% del éxito depende de la capacidad de gestionar las propias emociones, de comprender las de los demás y de establecer relaciones interpersonales sólidas. En contraste, las habilidades técnicas, que suelen ser el foco principal de la educación formal, solo representan el 20% de este éxito.
Competencias clave en la educación emocional
La educación emocional ayuda a los niños y niñas a construir relaciones significativas, a tomar decisiones más acertadas y a enfrentar los problemas cotidianos con resiliencia. Por ello, como explica Rafael Bisquerra, la educación emocional no debería ser vista como un complemento, sino como una parte esencial del desarrollo del alumnado, de la que se deben cubrir una serie de competencias clave:
- Conciencia emocional: saber identificar, expresar y comunicar las emociones que tenemos. Entender cómo nos sentimos y qué nos ha hecho sentir de esa manera nos ayuda a tener una guía para saber cómo actuar en base a esos sentimientos.
- Regulación emocional: una vez reconocemos nuestras emociones, debemos aprender a gestionarlas de una manera saludable. No solo saber cómo gestionar las emociones, sino qué lugares y momentos son apropiados o seguros para ello.
- Autonomía personal: encontrar el equilibrio entre nuestra dependencia e interdependencia emocional, ser consciente de que pertenecemos a un entorno social pero también la autoconciencia propia y la autoestima dentro de este grupo. Gestionarse uno propio antes de poder ayudar a los demás.
- Habilidades interpersonales: también conocidas como competencias transversales o habilidades blandas, son el conjunto de capacidades individuales y destrezas sociales con las que cuenta una persona a la hora de interactuar con los demás propiciando vínculos estables.
- Habilidades de vida y bienestar: adoptar comportamientos apropiados y responsables para afrontar satisfactoriamente los desafíos diarios de la vida en todos los ámbitos. Son aquellas que ayudan a promover el bienestar mental y las relaciones sociales positivas.
Tecnología y educación emocional: una combinación eficaz
La tecnología está revolucionando cómo enseñamos y aprendemos estas competencias. Herramientas como aplicaciones de atención plena, plataformas interactivas de aprendizaje emocional y recursos multimedia diseñados para simular escenarios sociales complejos permiten a los estudiantes practicar estas habilidades en contextos dinámicos y personalizados.
En Smile and Learn hemos desarrollado un área de educación socioemocional con distintas actividades interactivas, lecturas y contenidos multimedia adaptadas a diferentes edades para trabajar la identificación de emociones, el desarrollo de la empatía y la resolución de conflictos de manera asertiva.
El desafío para los educadores es integrar las herramientas digitales de manera que complementen y enriquezcan la educación emocional, sin perder de vista la importancia del contacto humano y las interacciones presenciales.
En este sentido, combinar la tecnología con metodologías activas, como el aprendizaje basado en proyectos o en problemas reales, puede ser un puente eficaz para desarrollar tanto las competencias socioemocionales como las habilidades digitales necesarias para el futuro. Al final, el objetivo es claro: formar ciudadanos digitales emocionalmente inteligentes, capaces de hacer un uso ético y consciente de la tecnología.
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